viernes, 28 de abril de 2017

La última salida

Ted McKay está solo en su despacho. Su mujer y sus hijas han ido a pasar unos días fuera. Está listo. Tiene una pistola en la mano. Va a acabar con su vida de una vez por todas.
Pero en ese mismo momento alguien llama a la puerta de su casa. Ted al principio lo ignora. Pero siguen llamando. Y gritan su nombre. Saben lo que está a punto de hacer. Ted va hacia allí y encuentra una nota que dice: “Abre la puerta, es tu última salida”.
Así comienza este thriller trepidante y distinto. ¿Quién está en la puerta? ¿Qué quiere de él? ¿Y si todo fuera mentira? ¿Y si todo estuviera en su cabeza?
Para responder a todas estas preguntas y a todas las que seguro os surgirán, tenéis que leer el libro. Y os aseguro que estaréis encantados de devorar sus más de quinientas páginas. ¡No podréis parar!
Federico Axat demuestra en esta novela que es un verdadero maestro del género. Te cautiva desde el primer instante, juega contigo, te lleva, te trae, te despista, te marea, quiere que entres en la mente de Ted y seas capaz de ver lo que él no alcanza ni a vislumbrar.
No quiero decir mucho más.Tenéis que leerlo. ¡Os va a encantar!
SLHLT

lunes, 24 de abril de 2017

Orfancia

“Nada me ha hecho nunca tanto daño como el amor. Al poco de nacer, estuve a punto de morir de una hernia estrangulada. Mis padres me veían llorar día y noche, y no entendían, se obstinaban en tenerme en brazos como si fuera cuestión de afecto, una nostalgia de la placenta que hubiera que colmar.”
Tiene ocho años y no come nada. Es solo piel y hueso… Y pelo largo. Lo confunden con una niña y a su padre se lo llevan los demonios.
No tiene hambre. Lo poco que le obligan a comer lo vomita. No quiere crecer.
Su madre está desesperada. ¡Ya no sabe qué hacer! Nada funciona. Nada le gusta. ¡Nunca tiene hambre! Está en los huesos. El pediatra dice que está sano. Que no se preocupe. Que no se obsesione. Que es una fase. Que se le pasará. Que haga ejercicio. Así se le despertará el apetito. Pero no es verdad.
Su padre tampoco lo entiende. Quiere que coma, pero no tiene tiempo ni ganas de pelear con él. Y cuando lo intenta, fracasa. Y le grita. Y se enfada. Y le echa la culpa a su mujer. “¡Ojalá no lo hubiéramos tenido!”
No quiere crecer. No quiere que le pase lo que a los otros niños. Algunas noches oye sus lloros. Hay niños que no ha vuelto a ver. No se han marchado a casa de sus abuelitos. No. ¡Se los han comido! A él sus padres no se lo comerán. No lo van a engordar. Y no se lo podrán comer.
Este es el principio de esta historia en cuatro “actos”: la Primavera, el inicio, el planteamiento, la presentación de los personajes.
El Verano llegará con el descubrimiento del hambre, asociada a la crueldad y a la maldad, una puerta al mundo que le será abierta por un pequeño Pigmalión, el hijo de la frutera. A veces no se puede contener y come, y no puede parar, e incluso disfruta. Solo el dolor controla el hambre que tiene. Y casi siempre consigue vomitar.
Con el Otoño llegan los cambios: de colegio, de compañeros, de inquilinos… porque ahora sabe que hay alguien más ahí dentro:
No se ve desde fuera, pero dentro de mí hay otro niño que crece escondido bajo mi piel, es suya esa voz que me atormenta. Somos idénticos, es imposible distinguirnos, pero queremos cosas distintas. Si yo estoy cansado él quiere jugar; si yo no quiero comer, él se muere de hambre; si yo estoy triste a él le entran ganas de reír. Yo soy débil y él es más fuerte cada día.
Y el Invierno llega. Y con él la rendición.
¡¡Qué gran sorpresa me he llevado con este libro!!
Sabía que no era una novela convencional, pero ha sido mucho mejor de lo que me esperaba. Es una historia contada con la maestría de quien tiene las cosas claras pero no quiere enseñártelas, que sería el camino fácil, sino que quiere que las descubras, como los buenos profesores. Y en este descubrimiento hay dolor, y desasosiego, e incertidumbre, y miedo, y crueldad. Y llegas al final del Invierno temblando y con las rodillas peladas.
Y el final es magnífico. Pero no os quedéis en lo superficial. Si habéis devorado y digerido esta historia, lo entenderéis: los vencidos han de ser conscientes de la derrota. Aunque solo sea por un instante.
Muy, muy, muy recomendable.
SLHLT

viernes, 21 de abril de 2017

El pan de los años mozos

Walter Fendrich es un veinteañero que ha sido capaz de salir adelante lejos de su pueblo natal y de su padre, maestro, en los difíciles años de la postguerra alemana. Tras probar varios trabajos y no ser especialmente bueno en ninguno, ha conseguido ganarse la vida como reparador de lavadoras y electrodomésticos varios en la gran ciudad. Su vida no ha sido fácil.
Lunes. En un día gris, similar a cualquier otro, transcurre esta historia. Aunque es el día en el que decidirá cambiar de vida, la única diferencia con cualquier otro día es que ha de ir a recoger a la estación a Hedwig Muller, la hija de un antiguo profesor que viene a trabajar a la ciudad. La visión de esa mujer, que en su mente era solamente una niña, hará que se imagine una vida diferente a su lado, una vida en la que quizás pueda ser feliz.
Durante el día que transcurre la historia, el protagonista recuerda...
El hambre y la decepción han sido sus compañeros de viaje…
Y aunque pueda parecer que esta es una historia de amor, sobre todo es una historia de hambre.
“El hambre me enseñaba los precios. La idea del pan fresco se me metía estúpidamente en la cabeza, y a veces, por la noche, rondaba por la ciudad durante horas y sólo pensaba en una cosa: pan. Tenía los ojos ardientes, las rodillas débiles, y sentía que había en mí algo de lobo. Pan. Deseaba el pan como el morfinómano desea la morfina.”
Hambre del pasado. Hambre imposible de saciar. ¡Hambre de pan!
“Cuando estaba en casa, le robé libros a mi padre para comprar pan, libros que él amaba, que había reunido y por los cuales había pasado hambre cuando era estudiante…, libros por los que había pagado el precio de veinte panes y que yo vendía al precio de medio pan. […] pero yo, yo tomaba los libros al azar, los escogía tan solo por su volumen. Mi padre tenía tantos, que yo creí que no se daría cuenta; hasta mucho más tarde no supe que conoce cada uno de sus libros como un pastor conoce su rebaño – y uno de aquellos libros era pequeño y mugriento, era feo, y yo lo vendí por el precio de una caja de cerillas…, y después supe que tenía tanto valor como un vagón de panes. Más tarde mi padre me pidió, y se ruborizó al hacerlo, que le confiase a él la venta de los libros, y el mismo los vendía, me mandaba el dinero y yo compraba pan.”
Es la primera vez que leo un libro de Henrich Böll y, aunque corto, no es un libro fácil.
He de decir que me ha gustado mucho su manera de escribir: la descripción de los escenarios, la angustia latente, la falsa simplicidad de los personajes, la capacidad de hacerte sentir el frío en la piel, la desesperación y el estómago vacío.
SLHLT

lunes, 17 de abril de 2017

Media vida

Cae la noche. Y cinco niñas juegan a las prendas en el internado de monjas donde han de pasar el verano. Algunas están allí porque sus padres tienen mucho trabajo, otras son huérfanas y esperan a que algún tío las invite a pasar con él un par de semanas, la madre de alguna tiene un nuevo marido y pronto se irán todos juntos, otras no tienen nada más que esas cuatro paredes y la caridad de las monjas, que pagan con creces haciendo de sirvientas de las niñas ricas.
Olga organiza el juego sin arriesgarse y disfruta con ello. Al día siguiente se marchará de allí con su hermana. Hoy el reto será más arriesgado que otras veces…Cada una de ellas deja una prenda. Olga les enseña una pequeña tijera de costura. Si quieren recuperar su prenda han de bajar en silencio las escaleras, ir al cuartucho donde duerme el tonto Vicente y cortarle un mechón de pelo. Todo ello en solo seis minutos. Ni un segundo más.
Nina es la primera… ¡Lo consigue! Luego va Lolita, pero no se atreve. Marta es la siguiente y vuelve cuando ya casi no quedan segundos en la cuenta atrás. La última es Julia… El tiempo se acaba. No se oye nada. Julia no ha vuelto. El tiempo sigue pasando. Se oyen gritos. Las chicas tienen miedo y se esconden bajo las sábanas. Las monjas corren de aquí para allá. Más voces… Olga tira la prenda de Julia por la escalera. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Julia? Nunca la volverán a ver en el internado.
Y treinta y un años pasan. ¡Toda una vida! España es otra: está a punto de aprobarse la ley del divorcio. Olga organiza una cena para reencontrarse y ponerse al día. ¿Qué habrá sido de ellas? ¿Acudirán a la cita? Habrá sorpresas. Habrá silencios. Y mentiras. Y renuncias. Y objetos que desvelarán secretos.
Después de este inicio más que potente, la novela se organiza en bloques para contarnos qué fue de Olga “la gorda”, Nina “la quiromántica”, Marta “la escritora”, Lolita “la soñadora” y Julia “la huérfana”. En cada uno de ellos se reflejan, no solo los capítulos de sus vidas, sino también la historia de una generación de mujeres que tuvieron que renunciar a ser ellas mismas y a sus sueños, pues es lo que de ellas se esperaba. Unas vidas más bien anodinas, a excepción de la de Julia, que luchó más que el resto, aun teniéndolo más difícil, que esconden la frustración disfrazándola de estatus, éxito, espera o superficialidad.
Lo que más me ha gustado de esta novela es la historia de Julia. Y me ha resultado muy interesante que la autora dé protagonismo y significado a pequeños objetos cotidianos alrededor de los cuales discurre la trama: unas tijeras, unas bragas, un teléfono, un paraguas…
Pero también me ha decepcionado. Quizás esperaba más por lo mucho que había oído hablar de ella en blogs y redes sociales, o porque le hubieran dado el premio Nadal. No lo sé. Pero aunque es una lectura fácil y entretenida, ni el estilo ni la narración han estado a la altura de mis expectativas, y no me la he acabado de creer: ni las historias, ni las casualidades, ni los actos de perdón sublimes…
Ya me daréis vuestra opinión cuando la leáis.
SLHLT

viernes, 14 de abril de 2017

Una madre tan punk

Sara Fortes fue una mujer luchadora, íntegra y brillante que trabajó como jueza de la Audiencia de su ciudad. Hace unas semanas murió quemada en su propia casa. Una vivienda en la que había toneladas de basura almacenada. Parece que fue ella misma la que le prendió fuego.
¿Qué es lo que ocurrió? ¿Estaba enferma? Todo apunta a un deterioro cognitivo: a un síndrome de Diógenes, pero, ¿tan rápido? ¿Cómo es posible que en solo unos meses acabara viviendo en condiciones miserables, con una ausencia total de higiene, rodeada de las cosas que recogía de la calle, alejada de su familia y espantando a los vecinos?
¿Fue un suicidio? Sus hijos se niegan a creerlo, pero tampoco pueden entender la forma de vivir de Sara en los últimos tiempos, ni que rechazara su ayuda, ni que fuera capaz de superar el examen del psicólogo que fue a reconocerla…
No la entendieron. No la escucharon. No la quisieron entender.
Es Malena, su nuera, la que se ocupa de vaciar la casa del universo de cosas que la habitan. Y mientras lo hace no puede evitar pensar en Sara, casi una madre para ella, y en los últimos tiempos que compartieron.
Entre cajas de fruta, olores nauseabundos y despojos varios, Malena  encuentra el diario de Sara escrito en los márgenes de un libro sobre la Revolución francesa. ¡Nada es casual! La lectura del mismo, junto con los correos electrónicos que le enviaba su hija desde el lugar del mundo donde se encontrase, y sus propios recuerdos, irán desenredando esta historia hasta dinamitarla desde los cimientos.
Las casualidades no existen. Algo pasó. Algo que hizo que Sara tuviera la necesidad de hacerse oír, ver, oler… arder.
Durante una cena familiar, con un invitado casi desconocido, se desentrañará el misterio. Para alguien no tendrá ninguna importancia, otros los superarán, pero hay quien quedará marcado para siempre.
Una madre tan punk es una gran historia narrada con distintas voces, en momentos diferentes y con puntos de vista muy diversos. El lector también tendrá el suyo. No es una de esas novelas en las que los que pasamos las páginas ejercemos de meros voyeurs, sino que hemos de entrar, mirar, oler y completar lo que no se ha dicho ni escrito todavía.
Es una historia dura y difícil que no os dejará indiferentes.
Me ha gustado… y me ha dolido.
SLHLT

lunes, 10 de abril de 2017

La uruguaya

Lucas es escritor. Tiene 45 años. Está casado y tiene un hijo, Maiko. Y está en plena crisis: crisis de los cuarenta, crisis de la hoja en blanco, crisis de pareja, crisis de paternidad, crisis por lo que pudo haber sido y no fue… Vamos, una crisis existencial en toda regla.
El antiguo niño bien, cheto, del barrio de Palermo, ya no tiene plata y es su mujer quien lo lleva manteniendo los últimos años mientras él intenta dedicarse a escribir, aunque realmente lo que aporta algo de beneficio a la familia son las clases que, muy a su pesar, se ve obligado a dar.
Pero parece que su suerte está a punto de cambiar: un editorial española y otra colombiana le han dado sendos adelantos por un par de libros que aún no ha escrito. Para evitar perder dinero con la depreciación del peso argentino, cruzará el Río de la Plata y cobrará los cheques en dólares en Montevideo y los traerá escondidos a Buenos Aires. Además tiene una cita con Guerra, una joven que conoció en una fiesta hace ya más de un año, con la que intercambia correos electrónicos y que ha idealizado en su cabeza hasta volverla una obsesión y la protagonista de sus sueños. ¡Qué puede salir mal!
Este es el punto de partida de La uruguaya. Una de esas novelas de “todo en un día”. Uno de esos días que marcan un antes y un después en tu vida y que si llegas a imaginar lo que te espera, no saldrías de debajo de las sábanas. Pero no os equivoquéis, la novela no es el viaje, sino la reconstrucción de ese viaje hecho por el protagonista años después. ¿Para qué? Quizás para acabar de entenderlo o para justificarse, puede que también un poco para vengarse y sin duda para exorcizarse y ser capaz de cerrar un capítulo de su vida y poder pasar página definitivamente.
Es una historia muy entretenida, llena de saltos y recuerdos que vienen y van, y que nos dibujan a Lucas completo. Los diálogos, tanto los hablados como los imaginados, son ágiles y divertidos; y no puedes evitar oírlos en tu cabeza con acento porteño. Y luego está ese punto de predestinación o destino nefasto que inevitablemente hace que todo se “vaya a la mierda”.
A veces también le tengo miedo a Maiko. Miedo a él. Incuba cada virus que se agarra en el jardín, lo aísla y lo fortalece dentro de su flamante sistema inmunológico y me la pega con toda la furia. Sus gripes me derrumban, me dejan pensando que me voy a morir, sus gastroenteritis me mandan al banco de suplentes una semana entera, la conjuntivitis leve que se agarró, me dejó ciego a mí dos meses. Lo veo avanzar con sus mocos, dice papá medio llorando, con esa burbuja de moco que se le hace en un agujerito de la nariz, viene hacia mí, es un estreptococo de noventa centímetros.
No conocía al autor y me ha gustado. Es un libro negro, fresco y diferente. Os lo recomiendo.
SLHLT

viernes, 7 de abril de 2017

Geografía humana y otros poemas

Hasta ahora siempre he asociado la poesía de Gloria Fuertes a mi infancia. Sus libros para niños llenaban mi casa, sus poemas mi cabeza y el timbre de su voz algunos de mis recuerdos.
Hay quien piensa que la literatura infantil y juvenil es un género menor, pero yo no estoy de acuerdo en absoluto. Esta idea errónea, junto con su aspecto singular y sus apariciones televisivas hicieron creer a muchos que Gloria Fuertes era una poeta “de segunda”. ¡Nada más lejos de la realidad!
Este año, gracias a la conmemoración del centenario de su nacimiento, estoy descubriendo la otra poesía de Gloria Fuertes, la obra de toda su vida, una vida entera dedicada a la poesía: su vida en versos. Y al igual que cuando era una niña, ¡me encanta!
No soy ninguna experta, pero reconozco el dolor que se cuela en ese estilo tan suyo, la aparición recurrente de la soledad, el poso de la miseria y el hambre, las marcas que deja el miedo, la valentía de aceptarse siendo distinto a los que te rodean y la capacidad de poner una pincelada de humor al cuadro más oscuro.
¡Quién pudiera condensar tantos sentimientos en tan pocas líneas!
En esta antología, prologada por Luis Antonio de Villena con emotividad y dulzura, y editada por Nórdica Libros, no están todos sus poemas, pero sí muchos muy representativos y hermosos. Si le añadimos que las ilustraciones de Noemí Villamuza son preciosas y le vienen como anillo al dedo, solo cabe decir que tenemos ante nosotros una pequeña joya.
Espero que la disfrutéis tanto como yo.
Aquí os dejo uno de los poemas que más me han gustado.
QUE QUIEN ME CATE SE CURE
Qué inutilidad es ser
- cualquier profesión discreta-;
no quiero ser florecilla quitameriendas,
quiero ser quitadolores,
santa Ladrona de Penas
ser misionera en el barrio
ser monja de las tabernas
ser dura con las beatas
ser una aspirina inmensa
- que quien me cate se cure-
rodando por los problemas.
hacer circo en los conflictos,
limpiar llagas en las celdas,
proteger a los amantes imposibles,
mentir a la poesía secreta,
restañar las alegrías
y echar lejía donde el odio alberga.

Si consigo ese trabajo,
soy mucho más que poeta.
SLHLT

lunes, 3 de abril de 2017

Todo esto te daré

Manuel es un escritor de éxito tratando de terminar su última novela. Por eso lleva unos días encerrado en casa intentando evitar cualquier distracción. Álvaro, su marido, está fuera por negocios. Ha tenido que ir a Barcelona a reunirse con uno de sus clientes más importantes.
Llaman a la puerta. ¡Ocho veces! No es el portero ni un mensajero. Es una pareja de la Guardia Civil… Y dicen que Álvaro ha muerto al salirse de la carretera en un pueblo perdido de la provincia de Lugo. ¡Se han equivocado! No puede ser Álvaro. Álvaro está en Barcelona reunido con un cliente. Llamó anoche. ¡Es un error! ¡Tiene que serlo! ¿Qué iba a estar haciendo en Lugo? Es imposible.
Dicen que no hay duda, que su familia lo ha reconocido. Pero… ¿Qué familia? Álvaro no tiene familia. ¡¡Esto es una locura!! ¿Qué está pasando?
También dicen que mañana es el funeral. En Lugo.
Manuel mete cuatro cosas en una maleta y sin saber muy bien cómo se encamina hacia tierras gallegas. El gestor de Álvaro lo espera. Él dio órdenes para que se le informara de todo. Álvaro era el heredero de una familia noble, los Muñiz de Dávila, y el encargado de gestionar el patrimonio. Pero eso no es todo: Álvaro le deja todos sus bienes… Pero, ¿quién era Álvaro? Y ¿por qué le ha ocultado esta parte de su vida a Manuel? ¿O era a Manuel a quién quería mantener escondido?
Manuel quiere largarse de allí cuanto antes y renunciar al testamento, pero cuando el teniente Nogueira, recién jubilado de la Guardia Civil, le dice que la muerte de Álvaro no ha sido un accidente, Manuel se quedará y tratará de descubrir quién asesinó a su marido y por qué.
Este es el punto de partida de Todo esto te daré de Dolores Redondo. Y no quiero ni debo contar mucho más. Se trata de una novela en la que hay que ir desenredando el pasado, atando cabos, elaborando hipótesis y descubriendo y desechando sospechosos. Por ello, a pesar de sus más de 600 páginas, es muy entretenida y fácil de leer.
He de reconocer que se me ocurrieron un montón de móviles, motivos y asesinos, pero no fui capaz de descubrirlo hasta el final. Lo que más me ha gustado, además de la trama en sí y las descripciones de la hermosa Riveira Sacra, ha sido la extraña relación que se establece entre Manuel y Nogueira. ¡¡Y Café!!
A pesar de que la Trilogía de Baztán me gustó más, esta historia ha cumplido con creces mis expectativas.

Muy recomendable para pasar unas cuantas tardes de lo más entretenido.
SLHLT